domingo, 28 de octubre de 2007

TU REINO


Saltaron todos los sabores del mundo a mis pupilas gustativas. Yo no comía guindas pero me llamó la atención tu cara de poder al metértelas en la boca. Ese poder, que sólo tienen personajes de la alta aristocracia.
Al cuarto sorbo de mi insípido té supe que eras princesa, que el fruto de tu reino eran esas guindas. Y dejé que tus ojos me hablaran.
Poco a poco en ese viaje pupilar ví el vasto territorio que ocupaba tu reino, que tu poder no conocía fronteras. Y volviste a sacar al niño que se escondía bajo esa apariencia de hombre amigo de la mística oriental. Ese mismo niño que mataba dragones con su espada de madera.
Reíste. De entre la comisura de los labios salió el conejo de Alicia. Corría y corría tan deprisa que saltó de diente en diente sin que te dieras cuenta. Y continuaste riendo y esa gran carcajada me hizo pequeño, casi diminuto. Demostraste tu poder a dentelladas y el conejo te cogió de la mano y te llevo al agujero que te devolvería a tu reino.
Cada día en cada nueva posada pido guindas. Guindas verdes a ver si me llevan a tu reino. Pero no. No consigo acceder a ese reino. Ese reino que la magia y la sabiduría se entremezclan haciendo formar parte de un todo. A ver si el conejo de Alicia aparece y me lleva… O no...