Siempre he deseado morir, hoy ya crío malvas. Continuamente me veo en la tesitura emocional de resucitarme. Intentar revivir y resurgir, como el Ave fénix, de mis propias cenizas. Me muero y se intensifica en mí la sensación de frío, frío de vivir.
Escucho alguna canción del hilo musical, mientras tu autocar desaparece entre los rayos del sol. Una despedida, un andén y miles de besos que se prodigan por el aire. Los días empiezan a tomar sentido aunque te vayas, aunque no estés. Mi vida, la vida comienza a florecer de nuevo dentro de mí. Una alegría desbordante y desconocida me hace recapacitar, hasta el punto de sonreír ante tu marcha. La ida es una puta sin retorno bastante fea y desdentada, pero que a veces y sin previo aviso se transforma en la vuelta, una niña atractiva y caprichosa que seduce a su paso. Y me quedo con ella. Porque sé a ciencia cierta que aparecerá en cualquier momento.
Camino sin la lluvia, con la sensación de que las calles cohabitan vacías, sintiendo como el rumor de mil mares acapara mi garganta. No hace frío pero los miles de recuerdos que almacena mi mente erizan mi piel. Continúo el pesado camino maldiciendo el sueño y el cansancio.
Llego a casa. Me instalo en mi pequeño refugio, el despacho. Suspiro una o dos veces y se me ocurre la brillante idea de meterme en la ducha. Siento como la lujuriosa agua me acaricia en demasía. Me masturbo. Me froto y fricciono, con la sabiduría de un amante antiguo. Me quiero, me amo, me hago el amor mientras me miro en el espejo. Corro la suerte de protegerme en la lluvia artificial. Coreo la melodía de dentro. Una voz profunda y cavernaria, sale de mi estomago reivindicando al Dios de la lluvia. ¡Es hambre! Paso de comer.
-Me voy. Luego vuelvo.
Cierro la puerta tras de mí. Me compongo en nada y vacío. Soy yo y el mundo. Cruzo la vida y el destino rumbo a ninguna parte. Como he dicho antes, siempre he deseado morir, hoy ya crío malvas. Intento revivir en esta pira que nos une. Que nos hace suya.
Escucho alguna canción del hilo musical, mientras tu autocar desaparece entre los rayos del sol. Una despedida, un andén y miles de besos que se prodigan por el aire. Los días empiezan a tomar sentido aunque te vayas, aunque no estés. Mi vida, la vida comienza a florecer de nuevo dentro de mí. Una alegría desbordante y desconocida me hace recapacitar, hasta el punto de sonreír ante tu marcha. La ida es una puta sin retorno bastante fea y desdentada, pero que a veces y sin previo aviso se transforma en la vuelta, una niña atractiva y caprichosa que seduce a su paso. Y me quedo con ella. Porque sé a ciencia cierta que aparecerá en cualquier momento.
Camino sin la lluvia, con la sensación de que las calles cohabitan vacías, sintiendo como el rumor de mil mares acapara mi garganta. No hace frío pero los miles de recuerdos que almacena mi mente erizan mi piel. Continúo el pesado camino maldiciendo el sueño y el cansancio.
Llego a casa. Me instalo en mi pequeño refugio, el despacho. Suspiro una o dos veces y se me ocurre la brillante idea de meterme en la ducha. Siento como la lujuriosa agua me acaricia en demasía. Me masturbo. Me froto y fricciono, con la sabiduría de un amante antiguo. Me quiero, me amo, me hago el amor mientras me miro en el espejo. Corro la suerte de protegerme en la lluvia artificial. Coreo la melodía de dentro. Una voz profunda y cavernaria, sale de mi estomago reivindicando al Dios de la lluvia. ¡Es hambre! Paso de comer.
-Me voy. Luego vuelvo.
Cierro la puerta tras de mí. Me compongo en nada y vacío. Soy yo y el mundo. Cruzo la vida y el destino rumbo a ninguna parte. Como he dicho antes, siempre he deseado morir, hoy ya crío malvas. Intento revivir en esta pira que nos une. Que nos hace suya.