Lucia desapareció de la vida de Gabriel una tarde del mes de Julio de hace tres años. Lucia se esfumo con el calor diciendo-Ha pasado algo fuerte, ya hablamos- No volvió a saber nada de ella. Gabriel cayó en un pozo. Un enorme hueco demasiado húmedo como para ser cómodo. Una terrible hendidura con atajo directo al infierno.
Las llamas lo devoraron. No volvió a ser el mismo. No se encontraba. No se veía en los espejos, ni en las puertas de las casas; incluso había desaparecido de los ojos de otras mujeres. Sentía una terrible sensación de soledad. No se explicaba que había pasado. ¡Qué habré hecho mal! Se repetía con desesperación. Como una letanía que declamaba un borracho. ¡Qué habré hecho mal!
Pasaron dos años hasta que pudo encontrarse a sí mismo. Su sonrisa, su risa, fueron apareciendo poco a poco, lentamente alrededor de su vida. Comenzó a verse en los ojos de otras mujeres, en los espejos y en los cristales de las puertas de las casas. Maquinó tretas para ser feliz. Buscó entre sus escombros alguna pieza. Algún símbolo de felicidad. Los encontró. Como el ave fénix comenzó a remontar el vuelo. Subió al infierno con tarjeta de salida. Comenzó una vida alrededor de un nuevo personaje. Nuevos trabajos, nuevas amistades; algún que otro acto amoroso. Todo lo esencial para ser un hombre nuevo. Un nuevo ser que se aproxima a la vida tras la muerte.
Ese extraño personaje, comenzó a cosechar éxitos. Le iba bien en el trabajo, en las relaciones y en todo lo que algún día había soñado junto a ella, pero que ella no vería. A veces se le presentaba en sueños. Lucia corría por la arena de una isla oscura, tan solo iluminada por la luna llena. Una enorme esfera blanca repleta de negras cicatrices. Gabriel la perseguía desnudo y acababan retozando en la arena. Pero no la oía. Tan sólo se escuchaba el sonido de un grillo aumentado al máximo. De pronto se despertaba sudoroso y por unos instantes podía ver la silueta de Lucía saliendo por la ventana, partiendo a algún lugar más etéreo. Hacían el amor como a ella le gustaba. Un poco doloroso y algo salvaje. Conteniendo la respiración y aguantando los gritos y jadeos. Clavándose las uñas como agujas en muñecos de Vudú. Era tan solo un sueño. Pero, ¡Parecía tan real!
Lucia reapareció en la vida de Gabriel una tarde del mes de Julio. Tocaron al timbre. Él esperando a otra persona, corrió desesperado a abrir la puerta. –Hola Tete soy yo- Se quedó de piedra. No supo reaccionar. Le dio dos besos, mas que nada, por compromiso y esperó respuestas. Las respuestas las pudo ver en los ojos de ella. No se reflejaba. Gabriel había desaparecido completamente.
Las llamas lo devoraron. No volvió a ser el mismo. No se encontraba. No se veía en los espejos, ni en las puertas de las casas; incluso había desaparecido de los ojos de otras mujeres. Sentía una terrible sensación de soledad. No se explicaba que había pasado. ¡Qué habré hecho mal! Se repetía con desesperación. Como una letanía que declamaba un borracho. ¡Qué habré hecho mal!
Pasaron dos años hasta que pudo encontrarse a sí mismo. Su sonrisa, su risa, fueron apareciendo poco a poco, lentamente alrededor de su vida. Comenzó a verse en los ojos de otras mujeres, en los espejos y en los cristales de las puertas de las casas. Maquinó tretas para ser feliz. Buscó entre sus escombros alguna pieza. Algún símbolo de felicidad. Los encontró. Como el ave fénix comenzó a remontar el vuelo. Subió al infierno con tarjeta de salida. Comenzó una vida alrededor de un nuevo personaje. Nuevos trabajos, nuevas amistades; algún que otro acto amoroso. Todo lo esencial para ser un hombre nuevo. Un nuevo ser que se aproxima a la vida tras la muerte.
Ese extraño personaje, comenzó a cosechar éxitos. Le iba bien en el trabajo, en las relaciones y en todo lo que algún día había soñado junto a ella, pero que ella no vería. A veces se le presentaba en sueños. Lucia corría por la arena de una isla oscura, tan solo iluminada por la luna llena. Una enorme esfera blanca repleta de negras cicatrices. Gabriel la perseguía desnudo y acababan retozando en la arena. Pero no la oía. Tan sólo se escuchaba el sonido de un grillo aumentado al máximo. De pronto se despertaba sudoroso y por unos instantes podía ver la silueta de Lucía saliendo por la ventana, partiendo a algún lugar más etéreo. Hacían el amor como a ella le gustaba. Un poco doloroso y algo salvaje. Conteniendo la respiración y aguantando los gritos y jadeos. Clavándose las uñas como agujas en muñecos de Vudú. Era tan solo un sueño. Pero, ¡Parecía tan real!
Lucia reapareció en la vida de Gabriel una tarde del mes de Julio. Tocaron al timbre. Él esperando a otra persona, corrió desesperado a abrir la puerta. –Hola Tete soy yo- Se quedó de piedra. No supo reaccionar. Le dio dos besos, mas que nada, por compromiso y esperó respuestas. Las respuestas las pudo ver en los ojos de ella. No se reflejaba. Gabriel había desaparecido completamente.