jueves, 4 de octubre de 2007

LUJURIA


No es simplista esta comunión con el dolor ni comprendo la alegría de saltar entre los charcos. En el día a día entre nosotros se hace cada día más visible y palpable el sufrimiento. A veces entre mis ideas, mis pensamientos, alcanzo a ver la luz de la metralla del amor; porque ya sabéis que una bomba siempre es luz y metralla, aire y dolor.
Cada día, aunque me cueste reconocerlo, soy testigo de desastres naturales que acontecen a mi paso. Tormentas, tornados, lluvias torrenciales, separaciones, divorcios, son claros ejemplos de que la vida evoluciona sin nosotros y lo que creemos amarrar durante toda nuestra existencia, se desata por momentos ante nuestros ojos sin que podamos impedirlo. Ella o él abandonan la trinchera, buscando otro campo de riego donde abrir una nueva zanja y empezar otra batalla. Ella o él, el o la que se queda, se revuelve entre las sábanas buscando aquella lujuria de antaño. No la encuentra. Tan solo consigue acabar extenuado en un baldío campo de batalla. Llora, se masturba, vuelve a llorar, se toca. Intenta rememorar aquellas batallas, en el libro de historia que es su piel. Y no sabe que la historia es pasado. Y el pasado queda para ser leído no revivido.
Se levantan muros en los lugares más insospechados, en las tierras más arenosas con la única intención de no ceder a sus intereses. Buscas en aquel amplio colchón, todas y cada una de las razones de aquella deserción, de aquel punto o extremo que le llevó a la fuga. Lo averiguas en aquella sombra lujuriosa del dolor. Sí, el placer tiene algo de dolor, y nos regodeamos entre las sábanas. Palpamos cada gramo con dedos que parecen cuchillas. Y rememoramos jadeos, caricias, al sonido de bayonetas y canciones de victorias enemigas.
Como antes he mencionado no es simplista el tesón del dolor, ni él en ningún momento busca ser protagonista de nuestra historia. Tan sólo busca en la lujuria una fiel compañía, que nos hace repetir como un bucle, los recuerdos en nuestra mente.