domingo, 28 de octubre de 2007

TU REINO


Saltaron todos los sabores del mundo a mis pupilas gustativas. Yo no comía guindas pero me llamó la atención tu cara de poder al metértelas en la boca. Ese poder, que sólo tienen personajes de la alta aristocracia.
Al cuarto sorbo de mi insípido té supe que eras princesa, que el fruto de tu reino eran esas guindas. Y dejé que tus ojos me hablaran.
Poco a poco en ese viaje pupilar ví el vasto territorio que ocupaba tu reino, que tu poder no conocía fronteras. Y volviste a sacar al niño que se escondía bajo esa apariencia de hombre amigo de la mística oriental. Ese mismo niño que mataba dragones con su espada de madera.
Reíste. De entre la comisura de los labios salió el conejo de Alicia. Corría y corría tan deprisa que saltó de diente en diente sin que te dieras cuenta. Y continuaste riendo y esa gran carcajada me hizo pequeño, casi diminuto. Demostraste tu poder a dentelladas y el conejo te cogió de la mano y te llevo al agujero que te devolvería a tu reino.
Cada día en cada nueva posada pido guindas. Guindas verdes a ver si me llevan a tu reino. Pero no. No consigo acceder a ese reino. Ese reino que la magia y la sabiduría se entremezclan haciendo formar parte de un todo. A ver si el conejo de Alicia aparece y me lleva… O no...



miércoles, 24 de octubre de 2007

VARICES

A tí mi grillo



Decir un “te quiero” y como se prodigan las viejas palabras del amor entre la comisura de los labios. Lo nuestro (querida) se podría definir como un sentimiento ancestral que quema las entrañas. Esta profunda emoción crea heridas, cicatrices. Cada beso, cada mirada, se transforman en arañazos. Viejas llagas que no acaban de cerrarse de todo. Una canción, en un momento inadecuado, puede convertirse en la pústula supurante del resto de los días. Un olor, un sabor, hematomas del día a día. Estas viejas palabras impronunciables del amor, nuestro amor; se van acumulando en las vainas de las viejas balas que no disparo. Nadie las lee directamente, tu las lees entre líneas.Nuestro (amor) querida está lleno de varices. Litros y litros de sangre acumulada en las piernas, las sienes, los ojos, la vida, las costumbres. Cantidades ingentes de linfa que me cura. Este amor antiguo es el placebo que me cura. Una vieja medicina que me inyecto, tan solo al escuchar el sonido de tu voz, el rumor que causas al dormir, el breve espacio que nos deja tu respiración. Todos y cada uno de los días me cuestiono como el Dios de mi lluvia y el Señor de tu fuego pueden casar tan bien sin enfrentarse el uno con el otro. Y bailo sin cesar. Creo bajo mis pies danzas retenidas en la memoria de los tiempos y las comparto contigo. Nuestro (amor) querida se transforma en vacuna. Una higiénica cura que nos quema por dentro, que nos hace estremecer. Un aséptico remedio a todo mal. Eres como la fiebre que agota al niño pero le hace crecer. Tan solo con tu voz, esa voz; consigues que mis huesos y músculos se estiren buscando el infinito.Decir un “te quiero” y como se prodigan las viejas palabras del amor entre la comisura de los labios mientras saboreo la sangre reseca del amor, nuestro amor.

lunes, 22 de octubre de 2007

FREAK


En ocasiones cuando el sopor se adueña de mí y vence el sueño, me echo sobre el sofá, no más de media hora, y en el periodo entre el adormecimiento y el REM comienzo a divagar. Hoy, a mediodía, antes de la cabezada habitual he hecho balance del pasado fin de semana.
El viernes acudí con un gran amigo y compañero de batallas al concierto de un gran maestro del flamenco que es El Lebrijano. Antes de la actuación entre bromas y risas, pudimos comprobar el grado de frikismo que poseemos los dos. Cada uno en su medida. Cada cual en todas y cada unas de las cosas por las que sigue y persigue adoración. En muchas coincidimos en otras no tanto, pero en definitiva descubrimos que pertenecemos a esa raza de raros como más de uno nos tilda. Si buscan en el diccionario el significado de friki verán que proviene del inglés freak, que es un término usado en el idioma español para referirse a la persona interesada u obsesionada al menos con un tema, afición o hobby en concreto. Y sí. Me considero un freak, adorador de tantas cosas que me dan placer, como pueden ser la buena mesa, el buen cine o la buena literatura. Soy un bicho raro, y orgulloso de serlo.
Me revuelvo en el sofá intentando encontrar una buena postura. Izquierda, centro, derecha, derecha, centro, izquierda… Mientras consigo acomodarme para echar la cabezada mi mente analiza los friquis más importantes de la historia. Einstein, Dalí, Lorca; y retornando en el tiempo me viene un nombre. DIOS. Sí, se podría considerar a Dios el primer freak de la historia. Yo me lo imagino como el personaje que vende comics en la serie Los Simpson. Gordo, con coleta y jugando a juegos. Títulos como Vietnam, Guántamo, Irak son de sobra conocidos, luego hay algunos un poco más fuertes, para mayores de dieciocho, que podrían ser inmolación, las cruzadas o Yihad el retorno. Visualizo a Dios descargándose juegos en su Mac y quedando los fines de semana con su amigo Luzbel para, mientras degustan unas pintas de cerveza, intercambiarse juegos y ver quién gana antes la partida.
Como un personaje del juego Los Sims logro dormir la siesta. No más de media hora. Espero que Dios ni me queme la casa, ni me borre las puertas y no pueda salir de aquí

domingo, 21 de octubre de 2007

PATRIA

Persigo mi patria en sueños por las noches. El subconsciente me hace aproximarme a ella con cruel asiduidad. Me lleva a su terreno. Yo, atrapado en ese placentero momento, me dejo hacer. Me vienen cientos de imágenes. El chalet, el terreno, el césped, los pinos. Sí. Mi patria era un chalet situado en la Urbanización Pinar de Campoverde perteneciente al término municipal de Pilar de la Horadada, último pueblo de la Comunidad Valenciana. Mi patria se vendió hace tres años, ya nada mas se supo de ella. Quedó pasto del recuerdo que nos han quedado a cada uno. Los recuerdos, las emociones, las vivencias. Todos y cada uno de los fragmentos de vida que disfrutemos allí, eso es mi patria.
Todavía mantengo los recuerdos muy presentes de todo lo acontecido allí. Siendo aún muy niño pasaba largas temporadas del verano en ese territorio. Me parecía maravilloso la sensación de libertad que tenia. Aquel olor a tierra mojada. Los trinos de los pájaros. Todos y cada uno de de los instantes que pasaba allí eran maravillosos. Me encantaba descalzarme y sentir la hierba húmeda bajo mis pies. Y soñar meciéndome en la hamaca mientras miraba el horizonte. Algunos de esos tiernos sueños de infancia se han cumplido, prueba es, que de vez en cuando publico algún que otro artículo y estoy gestando el que va a ser mi segundo libro, el primero en solitario. Otras quimeras que juré perseguir, han resultado pasto de mis propias llamas. En esa época soñaba con ser reportero de guerra o corresponsal en países extraños y exóticos, pero ese espíritu aventurero quedó en aquellas novelas de Dumas que devoraba con devoción en las calurosas horas de la siesta. Tal vez algún día viaje, pero seré un mero turista. Un visitante más. El excursionista un millón que con su cámara va a hacer de las suyas, para luego hacerse el interesante con las amistades.
Retomo mis divagaciones patrióticas para llegar a la conclusión de que me he convertido en un apátrida. Un ser errante que realmente no encuentra su sitio, ya que tiene muy arraigada la emoción de su patria sentimental. Intento recapacitar. Me voy a mirarme al espejo y entre tanto enredo recuerdo una frase que le dice Federico Luppi a Juan Diego Botto en la maravillosa película Martin H.
“La nostalgia y todo eso es un Bálsamo. No se extraña un país. Se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañas si te mudas a 10 cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país es un tarado mental. La patria es un invento. Que tengo que ver yo con un tucumano o un salteño. Son tan ajenos a mi como un catalán o un portugués. Estadísticas. Números sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos y eso si se extraña”.

jueves, 18 de octubre de 2007

ELEGÍA


Cierto es que tanto la vida como la poesía son una elegía constante. Un canto a la ausencia. Un big bang de emociones. El viaje mismo a la nostalgia. Todos y cada uno de nosotros estamos formados a base de recuerdos. Pedacitos de instantáneas de vida pasada. Congregamos cada parte de nuestra vida alrededor de una memoria individual o colectiva. Unos hechos pasados que nos han marcado desde nuestros ancestros.
Desde niño siempre me han atraído la muerte, la desaparición, el olvido. Recuerdo mi infancia observando fotografías. Un álbum tras otro donde se congregaba la vida. Días en la playa, el primer coche nuevo, la compra del chalet; todas y cada una de las situaciones recordadas. Ya vividas. Todavía, algunas tardes, me encanta acercarme a casa de mi abuela para volver a revisar aquellas viejas instantáneas. Meterme en mi vida de hace diez años, donde los problemas eran otros.
Es cierto que la gente muere. Que desaparecen físicamente. Que se van con esa mala puta de la Parca. Pero no todos son pasto del olvido. Todo muerto tiene su plañidera que le llora. Su viuda pendiente de que se le homenajee en el recuerdo. La encargada de preservar su esencia. Observo los retratos de mi abuelo con sumo y cuidado detalle. Miro sus ojos, sus manos, su sonrisa; todos y cada uno de los gestos, que aquel día brindó a la cámara. Me sonrío. Parece tan real. Como algunas tribus africanas y asiáticas soy de la opinión de que la fotografía nos roba el alma. Me parece tan fantástico que en un trozo de papel quede impreso parte de nuestras vidas, por eso pienso que quizás no sea real. Lo mejor de todo es que, si se cuidan, duran para siempre.
Con la fotografía se va viendo la evolución a la que nos somete la vida. El paso de la infancia a la madurez. De niño rubio y angelical a melenudo hippioso. Las modas, los grandes acontecimientos, las alegrías retratadas; todos los acontecimientos donde fui partícipe y que gracias al arte fotográfico no quedan pasto del olvido.
La vida, como he indicado al principio, es una elegía constante. Toda nuestra existencia la basamos en cantos a todo lo perdido. Tiernos recuerdos a lo pasado. Lamentaciones basadas en desapariciones y olvidos Un familiar, una posesión, un amor, el instante mismo de la felicidad. El ser humano basa la mayor parte de su vida en eso, en el recuerdo. Observa con nostalgia, lo que fue y lo pronto que pasó. Nunca saboreamos los buenos momentos como deberíamos. Dejamos la vida pasar ante nuestros ojos casi sin inmutarnos. Ejercemos nuestro espíritu llorón y desconsolado. Somos un Boabdil del siglo XXI. Siempre tenemos esa célebre frase en la mente “todo tiempo pasado fue mejor”, y no nos damos cuenta que el ahora es pasado a los cinco minutos de haber ocurrido.

martes, 16 de octubre de 2007

DOS CUERPOS


Dos cuerpos se unen y entrelazan entre suspiros. Ella grita Dios. El susurra amor entre jadeos. No hay cuaresma sin pasión, ni batalla sin heridas. Los dos tienen la certeza de que los mil besos que se han dado por todo el cuerpo pueden crear cicatrices. Violáceas cicatrices*. El sexo siempre ha sido una cruenta batalla sin trinchera. Sin uniforme. A cuerpo descubierto. El ruido de una llave le sobresalta a él. Llamémosle Ulises.
-Dios...
Alguien trás la puerta intenta meter su llave en la cerradura.
-¿Qué pasa?-Ella lo mira contrariada.
-Me voy
Ulises se pone el calzoncillo, coge su ropa y sale por el balcón.
-Menos mal que vive en un entresuelo.
Corre. En la carrera va poniéndose piezas de ropa. Cuando gira la cabeza ya esta bastante lejos pero sigue corriendo. Tras cruzar el puente que divide la ciudad en dos frena en seco.
-¡Coño! Si el marido soy yo.
* Verso del poema “cicatrices” del poemario “Celebración del milagro” Carlos Cebrián Editorial Celya año 2005

domingo, 14 de octubre de 2007

LUCIA


Lucia desapareció de la vida de Gabriel una tarde del mes de Julio de hace tres años. Lucia se esfumo con el calor diciendo-Ha pasado algo fuerte, ya hablamos- No volvió a saber nada de ella. Gabriel cayó en un pozo. Un enorme hueco demasiado húmedo como para ser cómodo. Una terrible hendidura con atajo directo al infierno.
Las llamas lo devoraron. No volvió a ser el mismo. No se encontraba. No se veía en los espejos, ni en las puertas de las casas; incluso había desaparecido de los ojos de otras mujeres. Sentía una terrible sensación de soledad. No se explicaba que había pasado. ¡Qué habré hecho mal! Se repetía con desesperación. Como una letanía que declamaba un borracho. ¡Qué habré hecho mal!
Pasaron dos años hasta que pudo encontrarse a sí mismo. Su sonrisa, su risa, fueron apareciendo poco a poco, lentamente alrededor de su vida. Comenzó a verse en los ojos de otras mujeres, en los espejos y en los cristales de las puertas de las casas. Maquinó tretas para ser feliz. Buscó entre sus escombros alguna pieza. Algún símbolo de felicidad. Los encontró. Como el ave fénix comenzó a remontar el vuelo. Subió al infierno con tarjeta de salida. Comenzó una vida alrededor de un nuevo personaje. Nuevos trabajos, nuevas amistades; algún que otro acto amoroso. Todo lo esencial para ser un hombre nuevo. Un nuevo ser que se aproxima a la vida tras la muerte.
Ese extraño personaje, comenzó a cosechar éxitos. Le iba bien en el trabajo, en las relaciones y en todo lo que algún día había soñado junto a ella, pero que ella no vería. A veces se le presentaba en sueños. Lucia corría por la arena de una isla oscura, tan solo iluminada por la luna llena. Una enorme esfera blanca repleta de negras cicatrices. Gabriel la perseguía desnudo y acababan retozando en la arena. Pero no la oía. Tan sólo se escuchaba el sonido de un grillo aumentado al máximo. De pronto se despertaba sudoroso y por unos instantes podía ver la silueta de Lucía saliendo por la ventana, partiendo a algún lugar más etéreo. Hacían el amor como a ella le gustaba. Un poco doloroso y algo salvaje. Conteniendo la respiración y aguantando los gritos y jadeos. Clavándose las uñas como agujas en muñecos de Vudú. Era tan solo un sueño. Pero, ¡Parecía tan real!
Lucia reapareció en la vida de Gabriel una tarde del mes de Julio. Tocaron al timbre. Él esperando a otra persona, corrió desesperado a abrir la puerta. –Hola Tete soy yo- Se quedó de piedra. No supo reaccionar. Le dio dos besos, mas que nada, por compromiso y esperó respuestas. Las respuestas las pudo ver en los ojos de ella. No se reflejaba. Gabriel había desaparecido completamente.

sábado, 13 de octubre de 2007

SUCEDE


Sucede que me canso de ser hombre dijo el poeta. Sucede que me canso de ser hombre y ser yo mismo digo yo. Sucede que la vida se ha convertido en un trasiego constante. Un devenir de acontecimientos triviales y monótonos. Un mal necesario que nos hace pagar peaje, que nos erosiona cada día.
Mi adorada y venerada rutina a veces se convierte en un infierno. Un averno tortuoso. En algunos momentos soy caballeroso. Concedo treguas. Admito armisticios. Realizo una rendición. Comienzo el desarme. Paso un tiempo feliz. Sin guerras, sin batallas sangrientas y desoladas. Sin Varsovias que invadir. Dura poco. En un breve espacio de tiempo me asaltan las dudas, mi inconformismo, la negatividad de mis ideas. Todos y cada uno de los males que me roban la felicidad. Soy un inconformista por naturaleza. Un rebelde con causa o sin ella. El polo opuesto de todo lo que me parece incorrecto. Ansío conseguir un sueño. Este Tótem quizás me dé la felicidad plena, tal vez esté equivocado. Lo más probable es que si lo consigo me asalten otras dudas, busque otras metas, persiga otros sueños, otra fuerza por la que luchar.
La vida es una lucha constante. Un frente abierto en los cuatro puntos cardinales, una gran guerra en la que todo vale para alcanzar la felicidad. El ser humano es tan cruel con los demás como consigo mismo. Pisa, estafa, engaña, miente para salvar su culo. Ya lo dijo Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”. Vivimos como corderitos acechados por un gran lobo que nos engaña. Un feroz y voraz cazador que inventa tretas para tenernos en su punto de mira. Nosotros como animales que somos nos defendemos. Creemos ver el peligro hasta en nuestro compañero de al lado. Le machacamos. Pisamos sus ideas, hacemos burla de sus creencias, derrumbamos todos y cada uno de los pilares que sujetan su vida. Él, evidentemente, intenta defenderse. Somete a duda todo lo que tú le dices. Tiene que defender sus ideas. Aferrarse fuertemente al suelo que aún sujeta su vida. Creer que él dice lo correcto. Que tiene la verdad absoluta, aunque la verdad nunca es de nadie. La verdad es universal y dependiendo del prisma de quien vea las cosas la verdad puede ser blanca o negra.
Sucede que me canso de ser hombre dijo el poeta. Sucede que me canso de ser hombre y ser yo mismo digo yo. Sucede que me canso de tanto frente abierto. De esta guerra de desgaste que es la vida. De armisticios, de treguas, de rendiciones. Siento la ciudad desolada y derruida. Una Troya que no ha parado de arder a lo largo de dos mil años. Y a la que su Ulises nunca sabrá volver.

viernes, 12 de octubre de 2007

MALVAS


Siempre he deseado morir, hoy ya crío malvas. Continuamente me veo en la tesitura emocional de resucitarme. Intentar revivir y resurgir, como el Ave fénix, de mis propias cenizas. Me muero y se intensifica en mí la sensación de frío, frío de vivir.
Escucho alguna canción del hilo musical, mientras tu autocar desaparece entre los rayos del sol. Una despedida, un andén y miles de besos que se prodigan por el aire. Los días empiezan a tomar sentido aunque te vayas, aunque no estés. Mi vida, la vida comienza a florecer de nuevo dentro de mí. Una alegría desbordante y desconocida me hace recapacitar, hasta el punto de sonreír ante tu marcha. La ida es una puta sin retorno bastante fea y desdentada, pero que a veces y sin previo aviso se transforma en la vuelta, una niña atractiva y caprichosa que seduce a su paso. Y me quedo con ella. Porque sé a ciencia cierta que aparecerá en cualquier momento.
Camino sin la lluvia, con la sensación de que las calles cohabitan vacías, sintiendo como el rumor de mil mares acapara mi garganta. No hace frío pero los miles de recuerdos que almacena mi mente erizan mi piel. Continúo el pesado camino maldiciendo el sueño y el cansancio.
Llego a casa. Me instalo en mi pequeño refugio, el despacho. Suspiro una o dos veces y se me ocurre la brillante idea de meterme en la ducha. Siento como la lujuriosa agua me acaricia en demasía. Me masturbo. Me froto y fricciono, con la sabiduría de un amante antiguo. Me quiero, me amo, me hago el amor mientras me miro en el espejo. Corro la suerte de protegerme en la lluvia artificial. Coreo la melodía de dentro. Una voz profunda y cavernaria, sale de mi estomago reivindicando al Dios de la lluvia. ¡Es hambre! Paso de comer.
-Me voy. Luego vuelvo.
Cierro la puerta tras de mí. Me compongo en nada y vacío. Soy yo y el mundo. Cruzo la vida y el destino rumbo a ninguna parte. Como he dicho antes, siempre he deseado morir, hoy ya crío malvas. Intento revivir en esta pira que nos une. Que nos hace suya.

jueves, 11 de octubre de 2007

DESEO

A ti, que desde que vi arder Troya en tus ojos soy mas Ulises.

Siento una extraña sensación cada mañana. Una fuerte añoranza a algo perdido. La elegía misma del deseo. La partida de un gran barco en tiempo de guerra. La nostalgia de algo que fué y se esfumó con la misma facilidad que un niño desecha el último juguete.
Cada noche me abrazo a ese Morfeo cabrón que me lleva hasta a tí. Me despierto sudoroso entre las sábanas con el deseo de poseerte. Sueño contigo. Con tus pechos, con tu sexo, con el dulce sabor de tu boca; con ese sudor perfumado que recorre toda la estancia. A esas primeras horas soy un hombre verdaderamente dichoso. Me encuentro en un limbo. Un enigmático nirvana pleno de pasión y deseo. Bien puedo decir que en ese instante soy feliz. No necesito mas cielo que el roce de tu piel, ni más infierno que la ardorosa batalla que ejecutamos en uno u otro colchón. Sinceramente te digo, que te amaría sin compartieras algo mas conmigo que una simple cama. También puedo asegurar que tan solo debo amor a cualquier acto de deseo onanista y fugaz. Me amo a mi mismo con pasión. Quizás entre paja y paja me disponga a escuchar cualquier disco de Tom Waits para aliviarme o en plena masturbación desee quedarme ciego, ya lo dice el refrán Ojos que no ven…
Lo reconozco. Ultimamente te veo demasiado. No quiero decir que me acompañes por las tardes, ni que paseemos bajo la luz de la Luna deslizándonos sobre la arena de cualquier playa levantina. Te llevo en pensamiento a todas partes. En el café de la tarde, en la breve conversación con algún conocido, en todos y cada uno de los preciados momentos que me da el tiempo libre. Si fuese otro te podría decir que te necesito, que necesito tenerte. A lo mejor te diría que me haces falta, que no soy nada sin ti, que ocupas todos los instantes más preciados de mi vida. Pero no. No voy a ejercer ninguna función egoísta que te pueda perjudicar a ti y egoístamente tampoco quiero que ese mismo charco me cale de lleno a mí. Soy un hombre libre y esa libertad me hace estar contigo. Sin complicaciones, sin horas, sin esperas, sin los reproches habituales por el despiste de una fecha. Realmente, sin nada que pueda retrasar mi llegada a la meta o luchar contra mis ambiciones.
La extraña sensación retorna. Me hace mirar la pared más tiempo del realmente necesario. Quizás busque respuestas a esta congoja. Tal vez este sea un mal necesario. Un arancel que deba pagar. El deseo que me atrapa. La muerte disfrazada de erección.

martes, 9 de octubre de 2007

RETAZOS


Contemplo con atención su pequeña cabeza. Me fijo en sus tristes y temerosos ojos. Intento empatizar con su temor, refugiarme en sus miedos. Ese melancólico acercamiento a la muerte. Sigo mirándola con atención. Su boca, portavoz de pensamientos, desgrana la vida. Miles y miles de vivencias unidas en una misma línea atemporal, ochenta y tres años de vida unidos en un mismo recuerdo.
“¿Recuerdas a mi madre? Tu estabas ahí sentado. Y ella la echó a la calle” Tengo veintiséis años y su madre lleva cuarenta años muerta. Evidentemente no la conocí, pero quizás su mente organiza un montaje cinematográfico, en el que se entremezclan todas las épocas vividas. Me imagino a mi mismo con un traje estilo años cuarenta, el cabello más corto y un cigarro de tabaco picado en la comisura de los labios. Y ella sigue con su conversación. “Nene no se que me pasa, me estoy arrugando” (no te estás arrugando son los aranceles que pagamos con la edad), pienso yo. Ella sigue a lo suyo.
Observo sus ojos. Son ventanas. Ventanas a un mundo oscuro. Los cristales de un horror que desconoce fronteras. Una guerra cruel a la memoria. Una batalla contrarreloj contra los sentimientos las vivencias. Unas piras apagadas por una extraña enfermedad que va llevándose los recuerdos. Los va agitando y mezclando como en una coctelera. En ella solo van quedando retazos. Simples marcas de lo que fue o pasó. La dolencia, como un virus de ordenador, va borrando los archivos. Destruye todas las marcas de las que se llena la vida. Porque la vida es eso, recuerdos. Evocaciones a lo pasado. Cantos a lo que fue. Reminiscencias de momentos irrepetibles que quedan remarcados en la mente como las fotografías subsisten en papel.
Se levanta de nuevo. Camina sin rumbo fijo. Comienza a un paseo de un lado a otro del pasillo con la certeza de que va a encontrar algo. Mira el objeto. El utensilio no le dice nada, pero ella sabe que sirve para algo. Vuelve al sillón. Se encuentra segura en ese trono de la que se cree una princesa de dieciocho años. Y comienza su monólogo. “Entonces la chica esa que era lavandera, dejó a su marido y se fue con el otro que era más guapo ¿No te acuerdas?” Niego con la cabeza. “Estas tonto”.
Comienza otra vez otro paseo. Pasa de habitación en habitación buscando el objeto anteriormente descubierto. Es una simple toalla. Pero ella adora esa toalla aunque no sabe su nombre. Pasea con felicidad. Canta. Relata feliz sus retazos al amigo Alzheimer.

CENICIENTA


Cenicienta supo que tenía que huir en el preciso instante en que el príncipe simuló una sonrisa. Se fijo en sus incisivos, molares, premolares… ¡Colmillos! El príncipe era el lobo o el lobo era el príncipe, pero ambos hacia horas que la habían devorado. El corazón de la princesa(que así la llamaban)fué despedazado en el preciso instante que le había conocido. Tan rubio, tan alto, con esa melena tan brillante; que parecía la misma sota de bastos. Las mallas no le sentaban tan bien, pero a ella no le importaba. Estaba enamorada.
Durante toda la noche se fueron consumiendo con deseo en las brasas de un fuego conocido. Saltaban chispas y ellos, solo ellos, oían el crujir de la madera en contacto con el fuego. Sentían calor. En ellos ardían todas las batallas conocidas. Cómplices miradas, sonrisas, alguna que otra caricia y todo el mundo parecía derrumbarse a su alrededor.
- Me voy
- Yo no me iría.
Cenicienta salió corriendo sin dejarse el zapato de cristal, ni pistas que la encontraran. Al salir a la calle unas gotas de lluvia innecesaria hicieron su aparición formando perlas de cristal en el cabello de la princesa. Eran las doce. Se le escapaba el autobús que le llevaría a su casa, al mundo que tanto odiaba. Un grueso y grasiento conductor cortó su ticket e hizo que se acomodara. Doce interminables horas de arrepentimientos. Llegó a casa. No fue feliz. Pasaron unos días y el recuerdo no se borraba. Se enteró por un periódico local que amigos del príncipe harían una recepción en un reconocido bar de la ciudad. Se acercó.
Allí estaba él. Tan rubio, tan alto, con esa melena tan brillante; que parecía la misma sota de bastos. Las mallas no le sentaban tan bien, pero a ella no le importaba. Estaba enamorada. Se acercaron. Compartieron los teléfonos y caminaron cogidos de la mano mientras veían derrumbarse Varsovia bajo sus pies.

lunes, 8 de octubre de 2007

MARTIN


Martín abrió delante del terapeuta aquel viejo álbum de fotos.
-¿Ve lo que le digo?- Dijo en tono nervioso
El psicólogo iba pasando las hojas con sumo cuidado, deteniendose en cada instantanea., observando cada imagen como si fuera a descubrir un enigma sin resolver. Por un instante levanta la vista.
-Y dice usted, señor Aranguren, ¿Que su padre le retrataba cada vez que rompía a llorar?
-Si.-¿Pero sabe la razón? ¿La causa de esa manía?
Martín hizo ademán de no saberlo. Siguió pasando las hojas percatándose de que en esa especie de diario visual se vislumbraban todas las épocas de la vida del paciente que tenia delante. Habían fotos de bebe, de niño, de adolescente, incluso, en una fotografía que ponía la fecha resultaba haber sido realizada hace una semana escasa.
-Bueno nuestra hora ha terminado-Dijo el psicólogo-¿Me puedo quedar con su colección de fotografías para estudiarlo?
-Sí, si, claro lo que usted vea.
Martín Aranguren padre murió al día siguiente de haber pasado la consulta de rigor. Martín hijo al enterarse de la noticia se duchó y preparó la vieja Zenit-B. La misma cámara que retrató aquellos momentos angustiosos que guardaba en el viejo álbum. Al llegar al tanatorio colocó a toda la familia (madre, hermanos, cuñadas, sobrinos), como a personajes de un paredón de fusilamiento, unos al lado de otros. Colocó el trípode, la cámara, reguló el temporizador.
-¡Llorad! ¡Llorad!
Era su mejor homenaje. Seguir con la tradición.

domingo, 7 de octubre de 2007

SOBERBIA

Se pasea Tánatos con estudiada soberbia por los pasillos de los hospitales, de las casas, e incluso de los más inimaginables y sombríos lugares. Cuerpos moribundos esperan sus últimas horas con la esperanza de tener una muerte digna. Van al encuentro de su último viaje estación de salida LA VIDA, llegada la muerte con destino incierto. Esa cabrona que siempre juega a las cartas y gana todas las timbas a la hora que sea en los más inciertos y detestables días.
Acudo en mi memoria a los breves encuentros con la muerte. Siendo ya niño uno aprende que la muerte es un ser extraño y altivo que nos visita para arrebatarnos lo más querido que poseemos. Recuerdo, siendo niño (sé que era niño porque mi visión no se elevaba mas allá de las rodillas de las mujeres).que me pasaba tardes enteras cuestionándome las causas de esas desapariciones tan extrañas. Un día veías a esa persona sonreír, cantar y al día siguiente te decían, el yayo se ha ido al cielo. Mirabas por el balcón y te asombrabas por lo rápido que podía volar y mirabas tu espalda buscando las alas. Luego creces y te das cuenta que ese cielo es el lugar en el que queremos ubicar a nuestros parientes. Desde los ancestros hemos temido el lugar donde podamos ir. Solo de pensarlo notamos un escalofrió que cruza nuestra espina dorsal y se nos eriza la piel.
La muerte es más que eso. Ella no solo es sentimiento. Es una canalla y arrogante dama vestida a la moda que se pasea por una gran tienda. Nosotros colocados en grandes estanterías esperamos su elección. Con el dedo índice de su mano derecha va señalando al azar a unos u otros sin tener en cuenta ni la edad ni la posición social, tan solo se basa en la apetencia del día en el que se encuentra. Nos va escogiendo como manzanas. Observamos sus largas y cuidadas uñas. Nos sonríe mientras nos devora. Si te resistes o le llevas la contra, te ataca con más crueldad. Siempre, claro, que no manches sus zapatos de tacón de aguja, ni le arrugues el vestido estrenado en el preciso instante que te lleva con ella. Es así de educada. Te lleva sin permiso. Demuestra que el poder de elección del individuo es una forma de tenernos felices en este mundo. Es pura y dura teoría. El libre albedrío es el falso bálsamo al que nos acostumbran desde niños. Tienes elección de escoger y de dejar lo que te plazca. ¡Falso! La elección la tenemos siempre marcada. No somos tan libres. Y la parca es tan cabrona, que nos avisa y demuestra que ella es la jefa a lo largo de nuestra existencia.

jueves, 4 de octubre de 2007

LUJURIA


No es simplista esta comunión con el dolor ni comprendo la alegría de saltar entre los charcos. En el día a día entre nosotros se hace cada día más visible y palpable el sufrimiento. A veces entre mis ideas, mis pensamientos, alcanzo a ver la luz de la metralla del amor; porque ya sabéis que una bomba siempre es luz y metralla, aire y dolor.
Cada día, aunque me cueste reconocerlo, soy testigo de desastres naturales que acontecen a mi paso. Tormentas, tornados, lluvias torrenciales, separaciones, divorcios, son claros ejemplos de que la vida evoluciona sin nosotros y lo que creemos amarrar durante toda nuestra existencia, se desata por momentos ante nuestros ojos sin que podamos impedirlo. Ella o él abandonan la trinchera, buscando otro campo de riego donde abrir una nueva zanja y empezar otra batalla. Ella o él, el o la que se queda, se revuelve entre las sábanas buscando aquella lujuria de antaño. No la encuentra. Tan solo consigue acabar extenuado en un baldío campo de batalla. Llora, se masturba, vuelve a llorar, se toca. Intenta rememorar aquellas batallas, en el libro de historia que es su piel. Y no sabe que la historia es pasado. Y el pasado queda para ser leído no revivido.
Se levantan muros en los lugares más insospechados, en las tierras más arenosas con la única intención de no ceder a sus intereses. Buscas en aquel amplio colchón, todas y cada una de las razones de aquella deserción, de aquel punto o extremo que le llevó a la fuga. Lo averiguas en aquella sombra lujuriosa del dolor. Sí, el placer tiene algo de dolor, y nos regodeamos entre las sábanas. Palpamos cada gramo con dedos que parecen cuchillas. Y rememoramos jadeos, caricias, al sonido de bayonetas y canciones de victorias enemigas.
Como antes he mencionado no es simplista el tesón del dolor, ni él en ningún momento busca ser protagonista de nuestra historia. Tan sólo busca en la lujuria una fiel compañía, que nos hace repetir como un bucle, los recuerdos en nuestra mente.

martes, 2 de octubre de 2007

CON EL CORAZON EN CONSERVA


Como meter la vida en cuatro bolsas de basura y el corazón en un tupperware. Que extraña resulta la marcha cuando otros lloran por tí. No quieres irte. Te expulsan de ese paraíso que tú has construido, para que ahora un “Ángel” ocupe tu lugar. Continúas recogiendo y amontonando esas partes de tu vida. Camisas pantalones, retratos, risas, gritos, monotonía y toda la gama de olores; que cede el amor. Una cesión siempre con camino de retorno. Como una navaja de doble filo o la metralla de una bomba. Un dolor constante que se acumula en forma de recuerdos. Una herida supurante que florece de vez en cuando manchándote de sangre.
Pero te llevas el olor. Sabes que no hay peor enemigo que el olor. Cualquier aroma te puede llevar a ella de nuevo. Y volverían los gritos y el deseo, los insultos y jadeos, los llantos y sonrisas, las risas y lamentos. Pero con el tiempo(que todo lo cura), volverán a surgir raíces del tupperware.

lunes, 1 de octubre de 2007

FAMILIA

A menudo anida en mí un profundo sentimiento de soledad. Una increíble sensación de desarraigo. La negación en estado puro. Cada día me cuesta más comprender ese sentimiento primario de la familia. Esa impresión de pertenencia a un grupo determinado en el que tan solo compartes la sangre. Somos tan distintos. Cuando nacemos, momento tremendamente doloroso, nos imponen ser parte de un grupo de extraños de los cuales ni el 3% de los mismos llega a ser afín a ti. A veces ha ocurrido que pasas a ser un cero a la izquierda, la oveja más negra del rebaño. Lo más doloroso no es que te rechacen por ser diferente, es que te hacen sentir rechazado. Y señores, eso sí que jode. Te niegan, vilipendian en silencio, te dan de lado; eres parte de un todo que te rechaza, como lo hace el cuerpo ante un riñón extraño que acaba de ser transplantado. Desgraciadamente, queramos o no, debemos ser parte de ese grupo. Velar a sus muertos (aunque no los lloremos), seguir sus tradiciones (aunque no nos sintamos parte de ellas), quererlos, porque en definitiva, familia no hay más que una.
La actualidad ha hecho que la familia sea la punta de lanza. En los medios de comunicación nos demuestran, con cuestionables encuestas, la importancia del arraigo familiar. Titulares como "La familia es la mejor escuela para la supervivencia en la sociedad" nos hacen cuestionar el individualismo en pro de el vasallaje hacia ese colectivo que nos ha sido impuesto. Otros colectivos, que gracias a las terapias alternativas a la ciencia tradicional, se están poniendo de moda son los seguidores que afirman que el 99.99% de los problemas que sufrimos se basan en la herencia kármica que nos han dejado nuestros ancestros. Es decir, si, por ejemplo, nuestro tatarabuelo hace cien años se suicidó, tú hoy pagas sus culpas y por eso sufres una depresión. Memeces. Moralina judeocristiana. Sentimiento tonto de culpa que sufrimos por esta sociedad basada en un ser que nos vigila y que nos hará pagar nuestros pecados en un juicio del que no se salvará ni el más santo entre los santos. La depresión no nos llega porque un antepasado se haya suicidado, haya asesinado o haya robado el banco de España, ese sentimiento de tristeza, esa condenada pena, nos viene por los problemas del aquí y ahora, no por algo que sucedió hace doscientos y años y que está a una distancia temporal considerable de nosotros.
Retomando el tema de la familia voy a concluir con una cita de la novela Trífero de Ray Loriga. "Saúl estaba conmovido por la amabilidad de aquel hombre, al que no le unía más que la sangre. ¿Qué es un apellido? Se preguntaba, apenas un puente en la niebla, sin embargo, el abrazo impreciso de dos desconocidos se vuelve cálido y confiado a la luz de la sangre común

PASION


“Ay, abrázame esta noche/aunque no tengas ganas/prefiero que me mientas” Quizás les pueda parecer un verso duro en demasía o tal vez se puedan sentir tan identificados que en este preciso instante, alguna lágrima furtiva, ha comenzado a surcar su rostro. El fragmento anteriormente mencionado, proviene de una canción de Rodrigo Leao, grabada en su disco PASIÓN. Lo que les he transcrito, es para mí, el mensaje de la canción. Un gran epicentro de emociones en pocas palabras. La guinda que adorna la tarta de un dolor más profundo que el dolor físico.
Todos alguna vez en la vida, hemos escuchado como el corazón se raja de lado a lado. Se va resquebrajando como un cristal por la vibración de una voz demasiado aguda. Ese órgano, capaz de darnos vida, se ahoga por momentos. Ya no se soporta a sí mismo y revienta. El amor, como algunos lo denominan, es un lobo disfrazado de cordero que te devora cada día sin que realmente te des cuenta. Te anula. Te hace perder la noción del tiempo y del espacio. En definitiva, hace que lo más importante que has tenido pierda su verdadera importancia y lo más mínimo; cualquier gesto, palabra o caricia; lo magnificamos hasta alcanzar cotas de importancia; que realmente no existen.
Realmente yo no creo en el amor. El amor es otra forma de nombrar a una cosa más grande que es la pasión. Los seres humanos nos movemos por pasiones. El fútbol, la música, las relaciones de pareja, el sexo, cocinar, fumar; son apasionadas formas de vivir la vida. Pero no es amor. El amor es un personaje tan etéreo y literario; que jamas lo alcanzaremos. A veces en conversaciones con amigos, cuando sueltan esa típica frase, “hemos hecho el amor”, me entra risa y con el cinismo que me caracteriza suelto; yo a veces cuando follo hago esperanza y otras veces hago caridad. Todos ríen menos ellas. Evidentemente me tratan de machista. Pero en el fondo saben que tengo razón. El amor es una falacia. Un invento impuesto por una solitaria sociedad. Una forma de unirnos entre nosotros para compartir responsabilidades, para resolvernos dudas entre nosotros; aunque nos equivoquemos cada día unas mil veces. Y cuando realmente nos conocemos, vienen los problemas. Intentamos ser nosotros mismos. Escapar de ese personaje que hemos creado alrededor de nuestra pareja. Ella te lo reprocha, se va alejando de ti; porque ya no eres la persona que ella conoció aquella tarde de primavera. Y tu sufres. Sientes la necesidad, como en la canción, de que te abracen. Necesitas que te den calor. Eres como el niño al que no le dan caricias. Desamparado. Te armas de valor. Lo dejas. Abandonas el hogar esperando que vuelvas a aparecer bajo la lluvia.