martes, 27 de noviembre de 2007

PEREZA


Anida en mi un gran sentimiento perezoso. Dudo si puede ser de una etapa intrauterina de donde vagos recuerdos de placer me siguen y persiguen. Adoro esos momentos en los que tumbado en el sofá, contemplo las formas del techo que se expande ante mí. Vértices, picos, cientos de formas geométricas que dejando volar la imaginación, puede llegar a transformarse en caras, pájaros, incluso ejercitando mucho la mente, se puede llegar a descifrar un amanecer en todo su esplendor. Una gran estampa marinera donde los barocos se pierden en el horizonte.
Me complace esta extrema situación de vagancia. Procuro, cuando el tiempo lo permite, recostarme intentando dejar la mente en blanco hasta llegar al encefalograma plano. Me niego a mi mismo en ese estado. No soy persona. Soy un adorno más, un fetiche que decora una parte de la estancia. Respiro porque es algo mecánico y cambio los canales de la televisión por inercia. No me fijo en lo que veo. Animales, fútbol, guisado de ternera, documentales de historia, cine clásico, series antiguas; un sinfín de imagénes bombardean mis ojos y mi cerebro. Él las recoge y desecha con rapidez.
Soy feliz sin hacer nada. Escucho leves ruidos por mi casa. Me mantengo al margen del trasiego de la calle. Ignoro el tenaz rumor que producen las discusiones de mis vecinas con sus “diablillos”. Soy extremadamente dichoso. Siempre he oido aquella frase que afirma que la persona ignorante es la que realmente alcanza la felicidad plena. Yo apoyo esa opinión. Me encantaría que me proclamaran ignorante. Incluso sería afortunado si me nombraran tonto oficial. Recogeria mi titulo con orgullo. Ya imagino a todo el pueblo aclamandome y yo desfilando ante ellos como si fuera un deportista de élite que ha conseguido la última hazaña en unas olimpiadas.
Regreso a mi sofá. La gente no entiende como puedo pasar horas enteras mirando el techo. Vivo en una sociedad en la que si estan quietos les alcanza el tedio enseguida. Una increible sensación de aburrimiento les atrapa a todos haciéndoles culpables si en algun momento del día no realizan ninguna tarea. Pero creen ser felices. Ocupan su mente en horas de intenso trabajo. Se sobreesfuerzan para alcanzar el éxito. Como los presocráticos y socráticos me tumbo a observar el mundo. Divago hasta conseguir una gran idea. Una fórmula que lo cambie todo. Que lo haga todo mas humano. Exijo que la pereza sea una actividad más en nuestro quehacer diario.

domingo, 25 de noviembre de 2007

GULA


Reconozco que en las ocasiones cuando las fuerzas me fallan y acude a mi algún bajón sentimental me entra una gula descomunal. En los instantes previos a la caída me doy cuenta de los síntomas, desgana, dejadez, mudez inmediata, ganas de llorar. Mi cuerpo se va transformando en algo que no es habitual. Un bicho que va escondiéndose por las esquinas. Un bicho que se introduce en la tierra para no ser encontrado. Una temerosa alimaña que se acopla al medio para guarecerse y protegerse de todo mal.
En ese momento de bajada emocional como chocolate. Me da igual en que forma se me presente. Hay una gran variedad; chocolate blanco, puro, con leche, con almendra, con licor, relleno de fresa, de menta, de naranja, en forma de bombones, de nazarenos, de monedas, de cigarrillos. Seria capaz de engullir todo el chocolate del mundo de una sentada. Claro está que enfermaría. Ese exceso de glucosa haría que mi cuerpo se vengara en forma de mareos. Me da igual. Yo necesitaría todo ese exceso, tan solo por el placer que me obsequiaría a mi mismo.
Dicen que el chocolate es un gran sustitutivo del sexo. Yo soy de la opinión que es más que eso. Una buena onza yo creo que es capaz de superar el mejor orgasmo, además de que el cacao es acto para todos los públicos. Si pudiera y mi estómago me lo permitiera sería capaz de engullir con glotonería tabletas y tabletas enteras. Me imagino una tarde de domingo del mes de febrero viendo una película triste y sentimental, tras los ventanales una lluvia incesante, torrencial y apocalíptica, mientras, en mi salón, yo tumbado bajo la manta y devorando con gula, una onza tras otra con peculiar devoción.
Echo la vista a atrás y recuerdo aquel gusto empalagoso de comerse el colacao a cucharadas. Reconozco que esa sustancia con leche no me gustaba. No le terminé yo de coger la gracia a esa mezcla. Yo era forofo del clásico café con leche. Me perdía mojando galletas, pero lo mejor, era robarle ese cacao en polvo y metermelo en la boca. De repente se hacia una pasta, que no te permitía casi hablar. Era maravilloso.
El sentimentalismo retorna a mí. Me hace revolver en mis entrañas mi pasión por el chocolate. Esa gula descomunal que siento al sentarme en una mesa donde varias tabletas presiden la misma. Con disimulo, voy cogiendo onzas de aquí, bombones de allá. Como un enamorado siento cosquilleos en el estomago, mariposas en las sienes. La alegría de un niño al descubrir algo nuevo. La pasión a la gastronomía. Al alimento mas imprescindible en cualquier despensa. El chocolate.

martes, 20 de noviembre de 2007

AMOR PROPIO


Te levantas con la exaltación y el regocijo de que la soledad se ha instalado en tu vida años atrás. Estiras cada músculo de tu propio cuerpo. Bostezas. Te tocas. Conviertes este despertar en una fiesta matutina y algo canalla rememorando aquella chica, que lascivamente, se contoneaba en la tarima de aquel pub donde la música y los adolescentes se unen en un mismo marco. Marco incomparable sin duda. Recurres al recuerdo en busca de imágenes más o menos provocadoras para con un poco de impaciencia perderte con el amigo Onán en el cuarto de baño. Partes con la misma prisa que un niño se acerca a una tienda de golosinas. Miras el inodoro. Levantas las dos incomodas tapas que por una sencilla razón de compromiso con el género femenino las bajas a pesar de vivir en soledad. Acercas tu trasero tres veces para medir la intensidad de frío. Te sientes como el rey de Dinamarca delante de sus súbditos. Agarras tu miembro con precisión y sin que se desborde mucho la melancolía., esa extraña nostalgia que te entra cuando haces demasiadas cosas en soledad ese amor tan medido y tan frío que es el de la masturbación. Sin caricias, sin abrazos, sin besos; tan solo buscando ese deseo tan mecánico y medido. Ese placer de cinco minutos. Por el que acabas echando a los hijos...

domingo, 18 de noviembre de 2007

DESENCANTO o como seria la película Casablanca si se hubiera rodado hoy


Rick permanece enfrente de Izla esperando encontrar algún atisbo de pasión en sus ojos. El avión espera. Los dos intentan encontrar un motivo para irse juntos. El tiempo parece detenerse esperando que alguno de los dos reaccione. Se miran. Se buscan en los ojos, en el movimiento de los labios. Tienen miedo a hablar. Ni siquiera se atreven a pronunciar sus nombres, por si algún fallo producido por la pasión les hace vomitar los sentimientos. Vuelven la vista hacia otro lado. Izla se seca una lagrima furtiva que corta su mejilla. Rick muerde la boquilla de su último cigarro.
-Rick
-Si...
-Me que...-Él sella su boca con el dedo índice.
-No digas nada. Vete. Él te necesita.
-Te amo.
Izla se pierde por la pista. Gira la cabeza. Vuelve.
-Rick
-Dime.
-Como diria Terminator. Sayonara Baby.
Rick parece contrariado.
-¿Qué?
-Eso. Sayonara baby.
Rick se gira. Se acerca hacia el gendarme. Le hace un gesto con la cabeza.
-Vamonos Lucien.
-¿Qué pasa?-El policia no entiende nada.
-El desencanto Lucien, el desencanto.

martes, 6 de noviembre de 2007

LA NOCHE


Acudo a la noche con la destreza de un astuto amante. Un pelele sentimental y melancólico que cada vez mira más para atrás. Se regocija en el pasado. Camina hasta donde le lleva la nostalgia. Donde los recuerdos se juntan con el sendero de la memoria. Allá en el jardín de las hadas.
Desde hace unos meses he vuelto a salir los jueves por la noche. Regreso a esa pasión adolescente de la caza furtiva. Cumplo los deseos que la mente me suplica. Retomo costumbres, las hago propias de nuevo. Horas antes, en casa. Preparo los enseres. Engraso el fusil, inspecciono las balas y en el espejo mirándome como el héroe que soy, repito entre dientes: ¡Que guapo estás! Parto a la calle. La noche, sea la época que sea, siempre se nos presenta de dos formas: o como una díscola adolescente de pechos firmes y suntuosos formas, o como una menopaúsica fulana de carnes fofas y dientes amarillentos. Mientras avanzo con la seguridad de que voy a comerme el mundo, comienza el espectáculo. Es verano y gracias a que los bachilleres ya tienen vacaciones, toda la ciudad esta invadida por ellos. Un ejército adolescente con ganas de devorar todo cuanto se le ponga a su paso. Todavía recuerdo cuando yo tenia su edad. La misma forma de creer que eres único y genuino. Esa ingenuidad de que todo va a ser mejor y más justo. En fin, el desconocimiento de la vida en su más amplio significado. La tierna ignorancia de la adolescencia. La creencia de la utopía realizable. La ausencia de miedo por enfrentarse a la vida o por acercarse a la muerte. Llego a la meta. El mismo pub la misma gente. Todos nos congregamos alrededor de una barra de piedra y metal, para en unas horas olvidarnos de la rutina, la monotonía y los males propios y ajenos; que cada día nos da la cotidaniedad del trabajo. Realmente nadie puede huir de esta espiral. La vida se transforma con la noche en un Mr Hyde de dientes afilados que nos devora entre copas. Sonrisas, risas, carcajadas; la falsedad nos lleva a falsear la felicidad. Nos refugiamos de todos nuestros males. La noche es una mujer canalla y cruel que nos hace forzar una sonrisa. ¡Salimos a divertirnos! Le digo a mi amigo si me pregunta como ha ido el día o como va el trabajo. No lo hacemos tan solo observamos la dicha de los demás o que creemos que los demás la poseen, aunque quizás no sea cierto. Ellos quizás nos miren a nosotros de la misma forma y también piensen en que nosotros poseemos la cura a todos los males que nos invaden cada día y por la noche sacamos a pasear.
Volvemos a la memoria que es la mejor forma de reinventarnos. Acudimos de nuevo a los recuerdos. A esta nostálgica medicina que nos sirve de placebo para poder sentirnos reales, quizás humanos en esta inhumana ciudad.

domingo, 4 de noviembre de 2007

ALICIA


Te crees tan lejos de Alicia que ya no persigues conejos blancos. No luchas contra la reina de corazones, ni traspasas espejos con tal de pasar a otra realidad. Te sientas en la barra de un bar cualquiera a ver el mundo pasar. Y buscas Robinsón, a tu Viernes. Y tu isla en la barra del bar. Una isla desierta pero poblada de solitarios.
Con sumo cuidado apartas la espuma, ves tu reflejo en el café. Te bebes de un trago. Y vuelves a caer en tu realidad amarga y caliente como el café que esta abrasando tu esófago. Corres, corres, corres; el tiempo apremia. Vuelves a la oficina e imaginas que la cucaracha que te acompaña, puede ser Kafka o tu mismo atrapado en un sueño.