martes, 6 de noviembre de 2007

LA NOCHE


Acudo a la noche con la destreza de un astuto amante. Un pelele sentimental y melancólico que cada vez mira más para atrás. Se regocija en el pasado. Camina hasta donde le lleva la nostalgia. Donde los recuerdos se juntan con el sendero de la memoria. Allá en el jardín de las hadas.
Desde hace unos meses he vuelto a salir los jueves por la noche. Regreso a esa pasión adolescente de la caza furtiva. Cumplo los deseos que la mente me suplica. Retomo costumbres, las hago propias de nuevo. Horas antes, en casa. Preparo los enseres. Engraso el fusil, inspecciono las balas y en el espejo mirándome como el héroe que soy, repito entre dientes: ¡Que guapo estás! Parto a la calle. La noche, sea la época que sea, siempre se nos presenta de dos formas: o como una díscola adolescente de pechos firmes y suntuosos formas, o como una menopaúsica fulana de carnes fofas y dientes amarillentos. Mientras avanzo con la seguridad de que voy a comerme el mundo, comienza el espectáculo. Es verano y gracias a que los bachilleres ya tienen vacaciones, toda la ciudad esta invadida por ellos. Un ejército adolescente con ganas de devorar todo cuanto se le ponga a su paso. Todavía recuerdo cuando yo tenia su edad. La misma forma de creer que eres único y genuino. Esa ingenuidad de que todo va a ser mejor y más justo. En fin, el desconocimiento de la vida en su más amplio significado. La tierna ignorancia de la adolescencia. La creencia de la utopía realizable. La ausencia de miedo por enfrentarse a la vida o por acercarse a la muerte. Llego a la meta. El mismo pub la misma gente. Todos nos congregamos alrededor de una barra de piedra y metal, para en unas horas olvidarnos de la rutina, la monotonía y los males propios y ajenos; que cada día nos da la cotidaniedad del trabajo. Realmente nadie puede huir de esta espiral. La vida se transforma con la noche en un Mr Hyde de dientes afilados que nos devora entre copas. Sonrisas, risas, carcajadas; la falsedad nos lleva a falsear la felicidad. Nos refugiamos de todos nuestros males. La noche es una mujer canalla y cruel que nos hace forzar una sonrisa. ¡Salimos a divertirnos! Le digo a mi amigo si me pregunta como ha ido el día o como va el trabajo. No lo hacemos tan solo observamos la dicha de los demás o que creemos que los demás la poseen, aunque quizás no sea cierto. Ellos quizás nos miren a nosotros de la misma forma y también piensen en que nosotros poseemos la cura a todos los males que nos invaden cada día y por la noche sacamos a pasear.
Volvemos a la memoria que es la mejor forma de reinventarnos. Acudimos de nuevo a los recuerdos. A esta nostálgica medicina que nos sirve de placebo para poder sentirnos reales, quizás humanos en esta inhumana ciudad.