viernes, 1 de febrero de 2008

BORGES


Diez y media de la noche y como siempre llego tarde a las fiestas. Detesto acudir a lugares por compromiso. Ella está al fondo de la sala, sostiene un libro en la mano. El autor, de negro riguroso, pasea de un lado para otro, entre la complacencia y los nervios de haber traído un hijo de celulosa y cartón al mundo. Laura me ha visto ya. Se acerca apresurada y sonriente hacia mí, como una princesa que no encuentra su lugar en aquella sala del palacio. Acerca sus labios a mi mejilla
-¿Te gusta Borges?- El poetucho inserta la interrogación como un ariete en las puertas de mi castillo.
-Sí, sus nueces son excelentes.