martes, 29 de enero de 2008

DE DRAGONES Y PRINCESAS


A Mario Tormo con afecto.


Hay días en los que no debería levantarme, ya lo decía mi abuelo. O a lo mejor si. Levantarme disfrazarme de caballero y recitar las palabras mágicas como si fueran una letanía, "Hola; mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir". Y así blandir mi florete antes de hacer touché, para ver como el viejo dragón acaba muriendo a mis pies. Pero no. El dragón no muere, porque no existe. Se cansó de secuestrar princesas. Al igual que los príncipes nos hastiamos, de que el torreón cada vez sea más lejano e inaccesible. Y nos sentamos en la vieja piedra de Excalibur, para revivir la idílica historia.